La lluvia se desliza, cae con insistencia,
lejanos los frondosos árboles reverdecen;
testigos silenciosos de elegante apariencia,
observan solidarios, las cosas que acontecen.
El río de la vida crece y sigue su marcha,
el ser es como un bote, solitario a la espera,
de cálidos momentos que derritan su escarcha,
y sean la esperanza de luz en la ceguera.
Existen viejos faros, el rumbo siempre orientan
son guías invaluables, y fuentes de esperanza,
alumbran el camino, la ilusión alimentan
le dan al ser la fuerza, merecen alabanza.
A veces solo existe de la vida, el dolor,
se mira al firmamento, buscando la respuesta,
el frío nos contesta, se mantiene el temor,
clavado sin piedad, como una espina enhiesta.
La lluvia mientras tanto, sigue cayendo al suelo,
el bote cadencioso, se mece con el viento,
son solo los designios, provenientes del cielo,
cargando la existencia, de un arcano tormento.