Kleber Exkart

Dejando Partir.

Partir no es tan malo

es salir de la rutina, es trastocar la realidad.

Es esperanzador la despedida de los amigos

¿quién sabe los volveré a ver?.

 

Algunas veces con el nudo en la garganta

otras con las lagrimas corriendo por las mejillas

otras veces simplemente con el adiós de las manos.

Siempre nos estamos yendo

ensayamos los adioses mas truculentos

para despedirnos de nosotros mismos

y de los que no queremos abandonar.

 

Ay adioses que duelen

mas que la vida misma,

llevan la impronta del nunca jamás.

Son las despedidas del hijo que muere

de la esposa que se aleja subrepticiamente

para no volver jamás y deja un beso como

recuerdo con aroma de flor y sabor de arena.

 

También hay otros adioses

que marcan y tatúan la vida

dejándonos sus recuerdos como

santos y señas de que los amamos;

la de los parientes que nos encariñaron

y que parten inexorablemente´

Duele hasta los tuétanos

de los huesos decirles adiós.

 

Allí el alma se nos empequeñece

se nos estruja el corazón

el latido se vuelve queja

y los ojos se vuelcan en ríos de llanto.

 

No hay consuelo que nos devuelva

la risa del abuelo, el beso de la madre

la palmada cómplice del padre.

Todos los asuntos terminan en una lápida

sellada con cemento o con tierra cayendo

sobre el frio féretro que guarda al amado.

 

Allí el adiós se vuelve espiritual.

Por primera vez sentimos que somos finito,

que nuestra existencia esta sujeta

a dejar partir a quienes amamos

hasta el día en que partiremos

con una simple mirada por despedida.