Cuando el canto
de los humildes...
desnuda el alba con la aurora,
un heraldo de la vida...
escribe raudo
entre risas descuidadas,
en el cáliz
inusitado
de un te quiero.
Eres Whitman...
la fragancia
desbocada de cumplido,
en un mundo desgastado...
y sin consuelo,
desplazado alevemente
en la calma...
del crepúsculo
sin hora,
allá donde los eruditos
se desgastan...
apenas yertos,
entre labios
excasamente
deshojados...
por la gracia inconfundible
de su rezo.