Brenda Lemus

Universo paralelo.

 

 

Existen personas espaciales a nuestro alrededor que rigen su composición a través de la veteranía, es decir como meteoros no nos preocupamos por quedarnos en un solo planeta, pasamos por varios de ellos y sin darnos cuenta causamos ciertas emociones en las pocas personas que llegan a observar nuestro cielo con detenimiento. Somos pequeñas piezas de polvo desde el espacio en comparación a una estrella, pues lo único que sabemos hacer es pasar por la atmósfera y golpear la superficie de unos cuantos; sin embargo cuando nuestros inferiores alzan la mirada para buscar un poco de esperanza y aparecemos delante de su vista; con el tiempo se decepcionan al no encontrar lo que tanto deseaban. Somos estrellas fugaces y no vivimos para arraigarnos, por ello sobrevivimos y nos quemamos dejando huella en el firmamento. 

Por otra parte los que somos estrellas conservamos nuestra luminosidad; noche tras noche estamos para los demás ya sea causando el suspiro de un enamorado o la melancolía de quien busca consuelo, pues al mirarnos a nosotras se sienten protegidos a pesar de haber sido desilusionados; sin embargo puede haber millones de nosotras en la bóveda celeste y depende de aquel que nos mira de forma peculiar, pues en cada espectro se halla una que te eleva la temperatura del corazón y otra que te eleva la temperatura corporal, en ellos los humanos que creen que pueden hacer y deshacer lo que quieren en el momento que quieran esta la decisión... de poder descifrar cual es cual, puesto que unas pintan de azul y te terminan elevando otra cosa.

Yo soy una estrella, formada por el colapso gravitatorio de nubes frías y densas; le mostré mi pedazo de cielo a un humano que solo quería un poco de serenidad y entusiasmo, le entregue mi primer corazón hidrostático y por consiguiente el me dijo que yo no era la clase que el esperaba, así mismo lo especial de mi le era otorgado de más, yo lo considere como el cielo en el que podía permanecer de forma eterna y sideral pero al saber que no merecía mi deslumbramiento lo deje mirar al otro lado de la lente. 

Finalmente el no regreso la mirada y supe desde entonces que ese cielo ya no brillaba, dejando en mi una estela de recuerdos y la superioridad de no poder hacerme pasar por una estrella fugaz más, aunque me escondería del siguiente humano, ya que mi uniformidad no me permite volver a creer tan fácilmente en el encanto de cualquier ojeada.