Hoy no me ha dado tiempo
a escribir poesía
aunque me han sobrado horas
para poder vivirla.
y es que tú en cojunto neto
ahuyentas la elegía
porque tu pelo en movimiento
recubre cada esquina
sin que suponga menoscabo
al sol del mediodía.
Tus gestos tan vivarachos
con mis apegos riman.
De sobra sabes que yo sabo
por lo que suspiras.
Cabeza, corazonada y extremidades
nunca van unidas
si no eres tú la que de improviso
mis emociones revira,
si no caminas con paso firme
por las firmes briznas
de los minutos como escarpias.
SIN HACER LA MALETA (29 DE FEBRERO DE 2020)
Aprovechando que ayer tenía el día libre, te propuse ir al pueblo a pasar la tarde y quedarnos allí hasta esta mañana, mostrándote tú de acuerdo. No fue una decisión premeditada, si no que se me ocurrió sobre la marcha. Tratándose de romper con la rutina, no soy de hacer muchos preparativos, y casi siempre que he planificado algo demasiado, el exceso de expectativas han terminado emborronando la consecución del plan. La improvisación suele dejar más puertas abiertas a la sorpresa, y por eso en este aspecto acostumbro a actuar a la carrera. Así que, tras tu respuesta afirmativa, cogimos lo necesario y nos lanzamos a la aventura.
Ya tenemos la primavera encima y el campo luce como pocas veces lo había visto. Entre el otoño y el invierno han pasado por aquí 3 borrascas, incluyendo una nevada hace poco más de un mes, haciendo rebosar los pluviómetros a su paso, lo cual se ha visto traducido en esplendor vegetal. A esto ha contribuido el inusual febrero que hemos tenido. Suele ser éste un mes frío y de fuertes vientos, pero este año bisiesto, ni una cosa ni la otra. Quitando las noches, en las que sí han bajado algo las temperaturas, hemos tenido un tiempo bastante agradable, más acorde con fechas primaverales. En el trayecto que va de la ciudad al pueblo, la carretera cruza a traves de grandes latifundios dedicados al cultivo de cebada, y la alfombra verde se extendía a ambos lados del asfalto. Merece la pena ir despacio para disfrutar del panorama. Yo nunca corro con el coche pero a pique estuve de ser sancionado por circular a velocidad anormalmente reducida.
Cuando llegamos a la casa, tres cuartos de lo mismo. Tuve que echar mano de machete para abrirnos paso entre la maleza y así poder entrar a la cabaña; el melocotonero estaba cubierto de flores rosas; en las higueras, las yemas de sus ramas comienzan a reventar, pudiéndose distinguir ya entre las que darán lugar al fruto o las que eclosionarán en hojas; las flores de los almendros han cuajado y de los pistilos ya surgen las tiernas pepitas que han de convertirse, tras un largo y delicado proceso, en el preciado fruto seco. Es curioso como el melocotonero y el almendro, aun perteneciendo ambos árboles a la misma familia, mientras el primero florece después que el segundo y en mayo está listo para la recolección, al almendro le lleva ocho meses la minuciosa formación de su fruto.
Acabas de cumplir los 6 años y creces a velocidad de crucero. Hace apenas un par de años caminabas con bastante prudencia por el monte y ayer me quedé un momento viéndote correr y saltar como las cabras por el terreno pedregoso. Son esos momentos los que me reconcilian con la vida. Nos dimos una vuelta por el pinar de donceles y encontramos tirado en el suelo un cajoncito de madera que puse hace unos años en la parte alta del tronco de uno de los pinos más grandes para que anidaran los pájaros. Mientras viví allí, todas las primaveras una hembra de gorrión formaba el nido con hojarasca de pino y criaba en su interior. Me ponía a trepar por las ramas y me asomaba por la puertecita para ver los pollos, aún sin plumas, abriendo el pico, en tanto que su madre, espantada, salía del nido y me picoteaba mi apepinada cabeza para que dejase a sus hijos tranquilos. Tú escuchabas atenta mientras te iba explicando todo esto. Luego me subí al pino para volver a colocarlo donde estaba y me decías que tuviese cuidado para no caerme.
Más tarde bajamos al pueblo a comprar algo para cenar y acercarnos a la casa de mi madrina para preguntarle por mi padrino. Está delicado de salud. Ha pasado unas semanas ingresado en la U.C.I. aunque parece ser que se está recuperando y pronto le darán el alta. Ella estaría en el hospital porque no estaba en casa. Antes de recogernos para cenar, nos pasamos a saludar a Isa. La noche era oscura, de luna casi nueva, y fresca sin llegar a ser gélida. Después de cenar, cogí una libreta y un boligrafo y te estuve escribiendo algunas frases para que las leyeras. Poco a poco vas aprendiendo a leer. Te está costando aunque tampoco quiero apretarte demasiado en casa con la lectura. Supongo que cuanto antes aprenda a leer un niño, será mejor, pero cada cosa a su tiempo. Fue un día agitado y no tardaste en quedarte dormida. Hoy tenía que trabajar a la una de la tarde y nos hemos levantado a las 9 para ir recogiendo tranquilamente las cosas antes de volver a la ciudad.