Izandro

Ni el Tiempo, Ni la Distancia

 

Así y de la misma manera

En que se convierte el hielo en agua de la ribera,

En que el sol se anida en la superficie de la tierra,

Y germina la semilla, de la nueva vida, de la sabia quimera.

 

Me pregunto si podría ser la arena en blanca playa,

Y si la sombra de la noche,

Podría ser de tu Amor, la paciente muralla,

Y si el viento de la mar en calma,

Sería el reproche, de una callada palabra.

 

Pero… quisiera ser la suave nieve,

En que posas tus sueños de amada lejana,

Y en tu fiel predicamento de acariciado anhelo,

Me dejarías ser el solitario paseo,

A tu lado, como mascota de piel suave y muy blanca.

 

Quisiera ser el beso,

Que se posara sobre tu piel, tan dulce, tan clara,

Y anhelar su dulce aroma, como si fuera el almíbar,

De mi café, en una blanca taza, por las mañanas.

 

Quisiera ser la caricia perpetua,

De tus cabellos, y besar con ansias tu hermosa cara,

Y mirarte a los ojos, tan negros, como luna atezada,

Quisiera besar tus luceros, y guardar en mi pecho,

Tu cuerpo tan tierno, como si fuera mi fiel almohada,

Y despedir a la noche,

Cada vez…. En que llama a tu puerta una dulce mañana.

 

Me pregunto si tu Amor es perfecto,

O si tan sólo es, un amado sueño,

Que vive en mi cuerpo como tibia morada,

Me pregunto, si son osos de piel muy blanca,

Los que te alumbran de noche,

Cuando sales a andar, con ellos, de madrugada.

 

Pero no puedo cantar, si acaso no tengo palabras,

Para escribir, y decirte cuanto, tú me haces falta,

¿Pero sabes algo?

No importa la nieve adonde tú te vayas,

O el lejano rio, donde apacible, quede tu barca,

Ni la distancia de la playa,

Donde tú siembres morada,

No importa nada, ni el tiempo, ni la distancia,

Porque amarte, me ha sido dado muy fácil,

Y es que te llevo, prendida dentro de mi Alma.

 

Me pregunto,

Si esos hermoso Ojos Negros,

Me recuerdan en la distancia,

Y añoran mi infantil abrazo,

Cada vez…

Cuando yo te hago falta.