Puedes llamarme, si quieres, Xabier,
por mi nombre, sin más, sin apellido,
el nombre de mi santo preferido,
mi tocayo y paisano, hombre de bien.
Puedes llamarme extraño, si tú quieres,
yo sé muy bien que tengo mis manías,
y hago cosas, tal vez, que tú no harías,
tú a mis causas perdidas no te adhieres.
Puedes llamarme, con razón, esquivo,
si alguien busca enredarme no me pilla
y no soy de poner la otra mejilla,
por eso y otras cosas, sobrevivo.
Tal vez encuentres mi actitud gamberra
también que soy pasota, por supuesto,
yo anónimos mensajes no contesto,
que yo eso lo aprendí de Yogi Berra.
Tendrás razón si de tardón me acusas;
si mosca en vuelo me entretiene, acaso
llegar puedo a una cita con retraso,
teniendo que pedir por ello excusas.
Puedes llamarme procrastinador;
hoy no haré lo que pueda hacer mañana,
si tengo algo que hacer de buena gana,
por más que se amontone la labor.
Despistado, también, puedes decirme,
pues ando ensimismado en grado sumo,
da vueltas mi cabeza hasta echar humo,
aislado del entorno, hasta evadirme.
Entiendo que me llames gilipollas,
a veces mi actitud merece insultos
y puedo exasperar con exabruptos
y alguna insensatez que saque ampollas.
Si me llamas tozudo, eso no es cierto;
que, en caso de opiniones divergentes,
yo cedo ante argumentos convincentes,
tocante a la razón, no al sentimiento.
Puedes llamarme escéptico, si quieres,
creo que serlo siempre me compensa,
no creo en las mentiras de la prensa,
mano oculta de fácticos poderes.
A la conspiranoia llego, incluso,
buscando la verdad con insistencia,
si pienso mal, acierto con frecuencia,
desconfiado soy, jamás iluso.
Puedes llamarme darwinista; es cierto,
el fenotipo \'alma inmortal\' me intriga,
nadie sabe los genes en que estriba,
aún la ciencia no lo ha descubierto,
ni nunca los científicos supieron
en qué genes de qué especie ancestral,
por mutación, surgió el alma inmortal,
que especies anteriores no tuvieron.
Incrédulo, por tal, llamarme puedes,
soy escéptico y pienso por mi cuenta,
sin alma, el más allá no me atormenta,
todo acaba, sin más, cuando te mueres.
Podrás llamarme entonces descreído,
si dios existe, incluso, no me importa,
si no castiga aquí a quien mal se porta,
¿lo hará una vez en polvo convertido?
Puedes pensar que soy un libertino
que mal se porta, al no temer castigo,
mas código moral tengo y te digo
que el bien del mal a distinguir atino.
Porque lo soy, puedes llamarme amigo,
conmigo puedes, ya sabes, contar,
y, si me buscas, me vas a encontrar,
pues aquí estoy; puedes llamarme, amigo.
© Xabier Abando, 29/03/2018