Rayos valientes del sol vencieron
la bruma tenaz de la mañana,
que en la nada se dispersó,
liberando perlas cautivas de rocío
de su ceguera, así para reflejar
la impaciencia de mis huellas
Un céfiro mensajero ofreció cargar
mi serenata al otro lado de un arco iris,
aun cuando la oscuridad su capa desdobló,
una luciénaga iluminó mi senda
para llevar alegría a tus labios secos,
añorando la dulzura de mi beso
El beso esta misma noche te daré,
porque noches de soledad son desdichadas
cuando la proclividad juvenil en juego esté,
pero sí vendrá un tiempo de bendiciones,
cuando despertamos en nuestro abrazo nupcial,
en nuestros ojos la pasión reflejada
La distancia es una carga onerosa,
descuidada de los gritos de pena,
cuando, como una brecha de pesares,
cual una tormenta otoñal una hoja inocente separa,
puesto que la indiferencia no es bendecida
por la virtud de consuelo
La foto por cortesía de David Robert Sugg