alupego (Ángel L. Pérez)

EN LA CUEVA MÁS SÓRDIDA

 

Sobre la tierra aurora.
En la suave cadencia,
la disidente nota.
La ternura que flota.
La maldad que penetra,
como un siniestro virus.
La sonrisa que nace,
en la boca que añora.

Una fugaz mirada.
El timbre de las voces,
que alimentan la calma.
Las palabras que bordan,
de festones el habla.
El sentir prisionero,
recluido en el alma.

Vagas sombras nadando,
en vetustas cabezas.
Revoloteando ausentes,
como aves viajeras.
La mirada sujeta.
Entre grilletes presa.
Sometida y prudente,
como una marioneta.

Acunada en el viento,
la canción sobrevuela.
Despejando las sombras,
de la verdad que medra.
Enamoradas quedan,
las rectilíneas rectas.
Revoloteando rebeldes,
como ninfas traviesas.

Circulando sin rumbo,
procelosas ideas.
Marginadas sin nombre,
en la cómoda siesta.
Vagabundas tenaces,
que la vida interpretan.
A sacudidas viven,
alentando quimeras.

Receloso el jilguero.
Asomado en el nido,
como en una trinchera.
Escrutando la vida,
que soezmente le apremia.
Desgranando sus trinos,
a los demás alerta.

Feroces convulsiones,
dando vida a la vida.
Cada grito es un paso,
de la existencia misma.
Entre esencias y gritos.
En las sombra y simas.
Entre los matorrales.
En la cruda batalla.
En la cueva más sórdida,
se despierta la vida.
A. L.
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