Cayó un lápiz de una mesa,
mientras al suelo caía
en el aire esto escribía
presuroso y con presteza:
"Oigan todos elementos existentes
lo que les voy a contar
con mi propio razonar:
Yo, simple y modesto lápiz
denuncio con mi lenguaje
el vil y mayor ultraje
que en el mundo haya ocurrido.
Fui testigo presencial
de algo nunca imaginado,
y mas aun, les digo yo,
fui vilmente utilizado.
Estando yo bien tranquilo
con el borrador parlando
sentí sobre mi
un frío sudor salado.
Era una temblorosa mano
que me alzaba titubeando.
Empezó a golpear conmigo
una libreta cerrada.
Luego me subió muy alto
hasta quedar bien cerquita
de un gran ojo algo chiflado.
Este con fiero ademan
ordenó a uno de los dedos
que le rascara su cuerpo.
Así lo hacia el desgraciado
mientras me tenia atrapado;
La nariz que esto observaba
aprovechó la ocasión
para invitarlo a un rincón,
pero el listo de aquel dedo
luego de rascar un poco
de allí no quiso salir
sin antes sacar un moco.
A riesgo estuve yo mismo
de participar en el juego
que con esa masa hacían
los cinco dedos cochinos
mientras se retorcían.
Descanse al fin del suplicio
cuando el índice y el pulgar
despidieron cual balón
una esferita de goma.
Pero me seguían agarrando
aquellos dedos verdugos
golpeando la libreta
que ya estaba hojiabierta.
Se quedaron luego quietos
como esperando una orden
que alguien ya les traería.
Y así fue como ocurrió.
Llegó el mensaje esperado.
Me ordenaban a mi
que escribiera ese recado
violentando con mi punta
aquel virginal estado
de la doncella libreta.
Sentía gran malestar,
pero lo que mas me enojó
fue lo que se formó,
con las ordenes que dieron
quien sabe de donde infiernos,
pues de allí debían de venir
esas palabras torcidas
que cayeron esculpidas
en su inocente persona.
Sin entender que decían,
a ellas mismas pregunte
el sentido que pretendían,
confirmando la intención
de lo que me suponía.
Mi alma de lápiz bravía
de la piedra que sintió
ya cuando casi terminaba
aquella gran bofetada
a nuestra propia existencia,
se manifestó con protesta
renunciando a aquel trabajo.
Doblegue mi único brazo
del mas refinado carbón,
arriesgando, que me importaba,
unas cuantas puñaladas,
pero si quería constatar la mentira
que me obligaba a escribir
aquel cerebro espantoso
que moraba muy arriba,
y que esto había ordenado
que escribiera presuroso:
"Todo lo que escribo inspirado
y aun este lápiz asqueroso
valen un simple c....”
desde aquí yo seguí nulo.”