La mujer ebria en la habitación
manejando los utensilios de la pesadilla
hojeó el cielo como un periódico
y lo enrolló contra la ventana. Ebria,
entre no ser y ser, azuzada por sus amantes,
apagó duramente la mirada en los ojos
hasta encontrar la mínima llave del abismo.
En la tormentosa luna del espejo, por toda
la extensión de las paredes, su carne despojada
se desperezó como una máquina tersa y pujante.
Rodeada por sus novios,
como una reina o una viuda, empezó a descender
hasta el fondo de su carne ebria.
Desierta
quedó la luna. \"Todos
los pilotos y las tripulaciones y cuantos
bregan en el mar se detuvieron
lejos\".
Ebria, hasta el fondo de su carne, donde
tanta riqueza quedó exterminada.