Ya hace unas cuantas semanas que mi puerta presenció uno de los actos que más me hace sentir la sangre tibia y apresurada a través de todo mi cuerpo, con insistente preferencia por abarcar y acampar en mis mejillas; un ramo de rosas rojas fue entregado de tus manos ansiosas que muy bien sabían cuál sería mi inminente reacción.
Sin embargo, al cabo de un tiempo, cuando me encontraba separando las pequeñas flores de relleno de tan preciado ramo, el cual ahora yace muerto en una esquina de la habitación de color crema, me doy cuenta de que sus ramas se enlazan entre sí, se abrazan, se unen y no quieren ser separadas… y si acaso este detalle no lograra mover al menos un ligero remordimiento de mi espíritu reflexivo, sensible y romántico y yo, me decidiera a separarlas… rompería ese enlace y me percataría de su triste fin; se lastiman ambas partes, ninguna sale ilesa, a pesar de que con el tiempo ellas resultaron ser las ganadoras, las guerreras sobrevivientes, las que para muchos, incluyéndome a mí en un principio, pensaban que lucían menos hermosas que las rosas protagonistas del recipiente alargado de cristal; las florecillas menos vistosas terminaron viéndose afectadas no por el tiempo, sino por la separación.
Autora: Ana K. F. I.