Ojos cansados de mirar la huida
del placer juvenil, ojos traviesos
lagos en cuyo fondo están impresos
los paisajes más tristes de la vida.
Ojos que enloqueció la muchedumbre
y la tristeza los tornó serenos;
ojos apasionados, ojos llenos
de misericordiosa pesadumbre.
Ojos que fueron castos y amorosos
apacibles, mansos y piadosos,
apacibles, mansos y piadosos
como dos silenciosas oraciones.
Y que vieron a lo largo del camino
todas las injusticias del destino
todas las injusticias del destino
y la fuga de muchas ilusiones.
Julio Jáuregui (Ecuatoriano)
A JESÚS CRUCIFICADO
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y encarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara.
Y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
(Anónimo)
Se sostiene que este soneto sería autoría de Sor Juana Inés de la Cruz.