La perra volvió.
Parece como si estos días lluviosos de enero hayan venido compañados de ladridos y rasguños que poco a poco se fueron incrustando en mí, en mi piel, en mis entrañas, inclusive en mi rostro.
Hace meses que no sentía tanto tiempo su presencia
Sí, escuchaba sus patitas a lo lejos, como se acercaban poco a poco
Pero me ponía en marcha y las mitigaba con un poco de actividad, distracción, inclusive amor y se volvían a alejar
Pero ahora, pero ahora, no sé en que momento se acercó tanto a tal grado de lastimarme, dolerme, marcarme.
Su primer aparición fue el doce de enero, mi cumpleaños, fue momentáneo un rasguño y corrió a esconderse de nuevo, esta perra con conductas de gato, sólo esperando un poco más que al cabo no tiene tiempo que perder, hasta ahora, que el clima le favoreció, que las circunstancias se presentaron, llegó, volvió, se quedó, la siento en mi, un enorme dolor de espalda, cabeza, y una increíble anhedonia como es costumbre.
-Está bien, no hay problema, quédate lo que tengas que quedarte, le digo.
-Sólo no hagas de mi cuerpo y de mi mente tu hogar, tu casita, debes marcharte lo antes posible, pero vale, por esta noche está bien.