Luego del viento somnoliento,
tras perezosa calidez,
mi árbol reseco la última hoja
cubre escarcha su desnudez.
Verde se apaga en blanca hierba
rojo apaga en camelia amada,
jardines de otoñal dorado
fallecen en la invernal cárcava.
Me ampara bajo su madera
muros arrullan y cobijan,
hiela la alcoba hasta sus huesos
aullidos de la ventisca,
caldeándose en chimenea
ventanillas viejas tiritan,
en vientre de mármol y losa
me hago brazas, me hago cenizas.
Desborda cúspide rocosa,
cabalga invierno por los campos,
sucumben hordas de sembríos
crea senda en ríos y lagos,
caudillo salvaje y errante
de cortos días y noches largas,
por el gran desierto nevado
ahoga el sol entre sus palmas.
Se presenta imagen amorfa
copos de temprana nevada,
sin un rostro, sin el terror,
sin túnica negra nefasta,
en guadaña lleva mi nombre
escrita a filo del papiro,
dejo mi cuerpo y casa atrás
descalzo a ella en hielo camino.