Creía tener un flaco adherido a la costilla de la que yo misma provenía, formando parte de su propio cuerpo...
Me figuraba siendo la gota de saliva resbalando de su boca, descendiendo de la mía hacia mi cuello, todas y ninguna de las veces que nos besamos...
Supuse ser el punzar de un pensamiento retumbando desde su intención hasta su vientre, cuando sus celos desbordaban el dique y era inútil contener la represa de los que él me despertaba...
Parecía ser insuficiente su voz y su respiración agitada para arañar su espalda al otro lado de la línea cuando el ansia nos exaltaba...
Creía tener un flaco en la costilla; fiel al dogma de ser yo; fiel costilla de las suyas...
Lo sentí, tibieza de mi lengua; el soplo dulce en mi oído, cuando su cuerpo se fusionaba tras el mío y galopábamos juntos al calor de los sueños...
Creía tener un flaco adherido al alma; tanto que adivinase de la mueca de mi boca, emulándole; tanto como para sacar la espina de alguna sospecha que se clavara en mi mente, temerosa de perderle...
Creía tener un flaco estepario; pasional; increpante e irracional a la hora de romperme la soledad a golpe del pudor desprendido de sus manos recurrentes, pero al tiempo, total equilibrio cuando despertaba mi corazón a su consciencia con la ternura estrecha de sus brazos...
Creía tener un flaco que contaba sus historias con mi imagen pequeña mientras con sus dedos me destejía confusa para tejerme de nuevo,
en la madeja de su caricia
más profunda...
Creía tener un flaco que me pedía no marchar.
Creí...
El pulsar de mi labio entre sus dientes
y ese denso sabor rojo sal
me despertaron de pronto
a la realidad...
Creía tenerte mi flaco. Creí...
es que,
aquí estás.
Yamel Murillo
Des-certidumbres.
Las Rocas del Castillo©
D.R. 2017