Una vez los humanos convivió con la diosa,
la diosa de la conciencia, la diosa del saber.
Las personas lo adoraba, las personas lo querían,
no por su bendición sino su conocer.
Pero el dios del Tiempo, arrebató la curiosidad,
poco a poco pero por doquier.
Éste conquistó todos los lugares,
estableciendo la ignorancia.
Entonces la diosa, la diosa del saber,
invocó al único guerrero que se escapó de la mediocridad.
Le dotó de la consciencia, y un escudo de oro,
para esquivar las garras del tiempo.
Ese guerrero de la consciencia siempre recuerda su lema:
Consciente es mi derecho Consciente es mi deber.