Se quiebran las hojas verdes de mi patria,
se inclinan y arrodillan ante el verdugo.
El azufre y la pólvora recorren las calles teñidas de rojo
y el honor se diluye en el horizonte de la insensibilidad.
La bota despótica aplasta las voces libres
y las cadenas de la hegemonía sujetan al pueblo que sufre.
Llueven torrenciales aguaceros de mentiras
que inundan los frágiles corazones ilusos.
El alma noble se sumerge en un río de indiferencia
para encontrar refugio a su pena inclemente.
La esperanza se extingue con el mazo de la injusticia
y las ideas certeras son deformadas con la Propaganda Suprema.
El sol se oculta tras las nubes de concreto
mientras que el silencioso grito del oprimido
se resquebraja en el firmamento.
¡Cuántas tumbas, cuántas lágrimas, cuánta sangre
debe correr para que la conciencia aflore?
¿Se seguirán quebrando las hojas verdes de mi patria?
O quedarán algunas firmes como las montañas
que puedan volar como el halcón al infinito
y ondear la digna bandera…
¡La bandera de la libertad, la justicia y la fraternidad!
De mi poemario: El Tiempo y su legado