Ya no importan las horas del día,
si en la jungla de la algarabía,
pierde fuerzas a golpe de ayuda,
y la amiga, de la zona prohibida,
lo llama a voces y él no saluda.
Ya no quiere su tanto por ciento,
del querer que quería un te quiero,
y lo eterno para siempre es frugal
y su mente, otrora fulgente,
en la noche es procela del miedo.
Si le deja el señor de Alemania,
y recuerda sus penas del alma,
se prepara a nadar de paseo,
como pez, sin espina dorsal,
en las aguas del río Leteo.
Haz por Dios que obedezca el primero,
sin poner ese grito en el cielo,
que haga caso a la pobre señora,
\"Belle époque\", del pasar de las horas,
que lo acuna en su cálida aurora.
Dulce luz de la llama encendida,
de la vela de la razón de la vida,
que iluminas a tiempos parciales,
quédate, ven conmigo otra vez,
cree en mi, a pesar de los males.
Con la prez de escamas de colores,
como sombras nadando entre loores,
en las frías aguas de su abismo,
juégase la vejez, perdiendo al ajedrez,
dentro de un cataclismo.
Sin pasión, sin reloj, sin memoria,
sin verdad, sin amor, sin historia,
sin \"con el\" y en brazos de Morfeo,
por nadar, como pez de recreo,
en las aguas del río Leteo.