Calles cerradas
de caridades vacías
por penitencias que asfixian
las turbias realidades veladas.
No eres el llanto del atrio
ni la letanía en las cúpulas.
No llevas a cuestas
sino tus propias injurias.
Cierras los ojos
y abres tu juicio.
Muestras autocondena a voces
flagelando otras espaldas, mustio.
Guardas la fiesta
y violas el pesar.
Ahí vas, caminando junto al crío
que desarropado de amor
y frío de trigo
miras siempre sin afán
y abstienes tu vientre de pan
pero le dejas a él
hacer eterno el sacrificio.
Lamentas aquella omisión
ese crimen, ¡tal olvido!
pero tus ancianos
perecen lejos del fuego
de tu chimenea y tu abrigo.
Visitas hasta el séptimo templo
rasgándote las vestiduras
con las mismas manos
que golpean, vejan
y dolor inquieren a las almas puras.
Desprecias las carnes
de bestias
y te haces una
cuando de tu hermano te aborazas
y vendes al mejor postor
que tu oscura entraña lavas.
Dos caras de la misma moneda.
Una moneda que no vale nada.
Un valor que pierdes
cuando usas ambas
¡pretendiendo ser humano!
ser humano un día
y el verdugo de todos
todos los demás segundos
de tus todos
paupérrimos años.
Yamel Murillo
Mascaradas®
Caleidoscopio©
D.R. 2014