CUANDO TE VINE A SUPLICAR
Cuando te vine a suplicar reía
por el presagio del postrer consuelo;
pero más triste se tornó mi cielo,
porque aunque ajena te creí yo mía.
Que yo te amaba, te lo dije un día;
contigo quise compartir mi anhelo
pero tú solo me ofreciste el hielo
que entre tus labios, para mi alma había.
Desde ese entonces las amargas penas
juntas, vinieron a poblar mi vida;
tristezas hubo. De amarguras llenas
volaron ya las ilusiones mías,
y mi alma siempre con la eterna herida
llorando vive desde aquellos días.
Carlos Zuluaga.