La dimensión de tus palabras
no colma mis ganas de desvelar misterios.
Todo gira imantado por nuestros cuerpos
profecías incumplidas
falsos profetas que avisaban de nuestro atardecer;
lamentos de arancel lloroso
tierra húmeda, cielo grisáceo
metal frío y oscuros resplandores en las entrañas.
Los guijarros que tirábamos al mar ya no resuenan
las ondas no se expanden
permanecen quietas
como si algo nuestro las impidiera avanzar
como si nosotros fuéramos nuestro tormento.
Las manos paseadas por centeno
entre un camino de espigas resecas
camino incognoscible;
piedras en el camino, palos en las ruedas
follaje mustio que no deja correr el agua.
Entro en un inhóspito paraje
árboles cortados, fuegos que no se apagan
humeantes vapores que emergen de grietas del suelo;
existen trampantojos de luz
que realmente son orbes de oscuridad.
Me tumbo al lado de la maleza
cerca de un río seco
mirando las estrellas caídas, la Luna llorosa;
esperando a que termine el ocaso
aguantando a que venga un catárquico amanecer
algo que me haga verlo todo con otros ojos
ver de nuevo azul el cielo.