La luna se fue a dormir
escondida entre las brumas
y la pequeña barca
quedó en la oscuridad.
De pronto una tenue luz
se les acercó sin ruido,
como si alguna luz mala
les hubiera aparecido.
Venga negro, que agachados
el cuerpo vamo a esquivarle.
De pronto llegó la luz
derecho hacia sotavento
sacudiendo a la barca
al darle un golpe seco.
Los peces en las bodegas
despertaron de su sueño
y nadaron en las aguas
que en ellas los conservaban
y los dos hombres morenos
continuaron con los rezos.
Muy cerca del medio día
el agua trajo los cuerpos
de Remigio y de Zenón
que habiendo salido a pescar
sólo sus almas volvieron
vestidas de soledad.
Envueltos en sus mortajas,
ambos vestidos de blanco,
toque de santos les dieron
y misa de cuerpo entero.
Después de varias semanas
cuando todo era olvido
reparaban un barquito
en una pequeña isla
y lo pintaban de nuevo.
Más adentro, en un claro
dos piratas descansaban
sobre los pastos verdes
y uno de ellos contaba
historias de pescadores.