Cuatro días de abril, llenos de lluvia, llenos de desilusión y con color de ausencia; tengo dos cafés, los preparé hace poco y los puse al lado de mi ventana donde tuvimos una cita, ahí, puedo ver cómo el frío fusiona su gélido poder con el término hirviente del café y hace que se convierta en una bebida fría a medida que pasa el tiempo; ya van varios minutos y mis ojos no pueden dejar de recordarte sentado en frente de mí y con una sonrisa preciosa que me vuelve loca, ¿quién no se volvería así bebiendo café y viendo sonreír al amor?, tendría que estar helado como ese café que acabo de botar porque ya no estás para beberlo, ni mucho, para sonreír y atraparme sin darte cuenta.
Pero abril sigue, tan libre como quiere y atrapando todo, con la excusa de la lluvia.