Se vistió con traje de los días festivos.
Los zapatos de color esperanza.
En los ojos los cristales de la realidad.
Dibujó en su pálido rostro una fría sonrisa.
Cortó las alas a sus emociones que le hacen viajar
por lugares de fuego y cristal,
decía: para nunca más poder volar.
Pero la mirada y su frágil voluntad caminaban aturdidos
por la angustia y la ansiedad.
No encontraba salida al laberinto
de los sueños rotos
en el camino de la tristeza y soledad.
De nuevo prendió fuego a sus alas,
esas alas de la adicción que le hacen volar
por lugares de luces y sombras
para conseguir una dosis más.
Anoche, con luna llena iluminada de estrellas,
como una vela en un soplo de viento
la vida se le apagó.
Al llegar el alba dicen que le vieron
sin sus zapatos teñidos de esperanza
en los brazos de una blanca dama
con las alas cansadas de viajes fugaces.
Y, como luciérnaga dejando estela en su largo viaje,
el ciclo de la adicción a la droga continúa.