Para escribirle a ella,
buscaré una pluma blanca,
me vestire de algodón
y sentada, frente al verde olivo
de mis amores amados incondicionalmente,
susurrare el sonido de las guacharacas
que acompañaron la época del gateo de mis semillas.
Tendré que decir sin lugar común
ni remiendos, su sorpresiva vida en mi vida
Aquella via sin camino, entre olores y sabores
Aquel regalo de los humanos pequeños
impregnados de magia sutil y permanente.
Al increíble encuentro de un suéter en lo oscuro
esperando llenar de calor, la piel fría de mi niño de mar.
Ella, tiene los duendes a su favor
es fuente de lejanía y muy cerquita de ser la Malquerida.
A esa, ciudad de la niñez de mis semillas
la he visto por ratos en su onda caída ,
cruces sospechosos me llevan siempre a mi vestido de algodón
y esta pluma blanca que no escribe,
revolotea en los atardeceres naranjas
visto con todos los sentidos desde mi balcón .
Esta certeza de no saber la respuesta a la pregunta ¿donde vives?
invoca a esta hora, en este instante la emoción intacta
de saberme mirando la montaña prometida por mi padre.
Hoy, en mi malquerida viuda de Los Teques
intensamente impregnada en mis entrañas
no dejaré mis cenizas,
simplemente, quedará en ella por siempre
la lozanía de mi amada vida.