En la llanura cencida,
Crece grande el árbol frondoso.
Crece alto, lleno de vida.
Es monolito orgulloso.
Alza sus ramas al cielo.
Tronco robusto, hojas verdes,
Tejen un tupido velo
para las aves que oculta.
Bajo el prolífico terreno,
Las raíces son serpientes
y en su serpenteo eterno
escapan del horizonte.
En su sombra se cobijan,
criaturas de todo tipo
que alegres se regocijan
en tan plácido paraje.
Y llega el hombre con su afán adusto,
Teñido del granate del pasado,
Y su brazo desgarrador e injusto
Lo vuelve teñir de rojo escarlata.
Cortan ramas y hojas sin discreción
Los pájaros huyen de la llanura
Aves que volaron con aflicción
a lugares lejanos, olvidados.
Junto al madero marchito sin vida,
se apilan los cuerpos de las criaturas.
¡Pobre alma dormidas, pobre dolorida!
Sólo puedo gritar eso al vacío.
El hombre exhuma las raíces muertas
y las incinera hasta las cenizas.
Tan sólo suena el silencio en la huerta,
Tan sola está la vencida llanura.