El perro abandonado.
El pobre abandonado considero
trocado con el hambre la garganta,
y en su vivir la pulga feroz planta,
resignado y fugaz, ni un lucero.
La buena vida ignora como encanta,
con cadena en su cuello, o carcelero,
iluso de la calle no es casero,
y en sus patas el aire suave canta.
No se ofenda el canino en su mansión
que bordan sus collares y pecheras,
con vestidos corbatas de chiflón.
Y entre alfombras o cielos de palmeras
que hasta nombre de persa tiene el don,
su descanso ni muerto en las aceras.