El corazón, un músculo errante reverente
siempre constante sin finales en su camino,
privado y confidencial, de los ríos corriente,
afluente, como una copa de rojizo vino.
Es borrasca cuando quiebra y se queda partido,
batalla y pelea por lo que cree que es suyo
un mar de abrazos cuando se sabe merecido
un suspiro nocturno tan mío como tuyo.
Rocín veloz al encuentro de lo que ha perdido,
alazán nocturno pretencioso y desbocado
que galopa los amores y cae rendido
cuando queda su consentimiento sofocado.
Un motel colmado de abandonos y te quieros
y escarceos que son pilares de sus cimientos,
el irse y el venirse de fugaces viajeros
que igual se quedan igual se van como los vientos.