La Sabuduría no es cosa de viejos,
es cosa de sabios.
Arrastraba tras de sí un rosario de
hojalata que casi no le dejaba avanzar.
Corrí hacia él y lo cogí del brazo para
ayudarle a tirar.
Le pregunté qué era lo que le hundía
sus hombros, me contestó que la culpa.
Para qué sirve la culpa, le pregunté.
La culpa es un jabón verde que no quita
la suciedad, solo lo intenta.
De donde viene su culpa, le pregunté.
De mi madre, me la dio en herencia.
Y si no es suya, por qué no la deja en el
suelo, le pregunté.
Porque es lo único que me queda de ella,
me contestó.