Antiguas manos rugosas
entre la greda amarilla
amasando sigilosas
un cántaro de maravilla.
En una pascua bendita
regalóse al pequeño
granos de uva madurita
para que coma su dueño.
Fue su noche más regalada
con ese cántaro bendito,
su única comida era dada
para su pobre apetito.
Y ante de lograr comer
arrodillóse en el suelo
dando gracias a su poder
Dios me siento en pleno vuelo.
Solo he de pedir
muchos cántaros iguales
para miles de niños decir
despierten de sus sufridos males.
Que una anciana providencia
ha de regalarles uvas
para romper sin estridencia
la pobreza de las cubas.