Me comí la noche
con mi añoranza,
me la comí,
como comía sus labios
y besaba sus senos.
Y acaricié su piel
como siempre lo hacía
de madrugada,
a esas horas etéreas
de la mañana.
Y soñé su cuerpo
y sentí su alma,
como si fuera mía,
como si no existiera
nada que alterara
mi mundo en calma.