Las calles se visten de perlas
al paso de tus huellas,
las montañas con zafiros
al sentir de tus pupilas.
Tus besos son esmeraldas
a esa boca mía,
necesitada del almíbar de tu canto.
Estás en punto de mis segundos,
los más rojos,
los más vivos,
los que lagrimean
con el minuto marchito
de un pronunciado adiós.
Estás en mis callejones de fuego,
en la ataraxia de mis tardes,
en el antes y después de mis pecas,
en mi par de luceros,
a veces grises,
a veces negros,
pero nunca los has visto sin fe
a pesar de su llanto.
Bienaventurado el aire
que en este hora
de mi vida respiras,
el cala en tus adentros,
navega en tus pesares,
ríe con tus sueños,
duerme con tu soledad.
Llegas a ser el leño
de mi ofrenda,
el juramento de mi hogar,
la inocencia de mis juegos,
el tesoro entre tanto bandido.
Somos la historia
de un panteón olvidado,
somos la guerra
de aquellos soldados cobardes,
somos la esperanza
de corazones heridos.
Haremos imperio
en medio de ruinas,
tu vida en mi existencia,
mi existencia en tus venas.
Somos la respuesta a la plegaria
por la que tanto soñamos.
Somos él nido que ya no estará vacío
los qué harán gorriones de lírica
por tanto amor.
Hoy somos uno,
un alma,
una vida.
LoreCruz
Madrigal de Luna
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Colombia-2018