HASTÍO
¡Qué viejo estás, Sileno!
¡Qué viejo estás!
Más límpido es el cieno
que tu frente y demás.
Muy lenta vas, tortuga...
¿Qué no puedes correr
como Atalanta que subyuga
o como Lucifer?
Qué sucio está mi sayo...
Ya no brilla el rubí
que orlaba como un rayo
y hacía un dios de mí.
Esténtor, no estés mudo;
¡con cien voces gritad!;
a ver si así sacudo
a esta mustia ciudad.
Oh Dios, ¿A dónde vamos
y de dónde venimos
con nuestros yertos racimos
de llantos y de reclamos?
¿Para qué tanto empeño
ponemos, corazón,
si la vida es un sueño?
(O peor: ¡es ficción!)