Sin volver la cabeza,
alejóse en la niebla.
Salpicada de estrellas.
La miraba la Luna,
sorprendida y atenta.
Sigilosa y felina.
Silenciosa y etérea.
Un silencio profundo.
Sepulcral y sin vida.
En la sombra penetra,
como letal cuchilla.
Brisa sorda sin brillo,
anunciando la huida.
El aire se condensa.
Sobre el cabello espesa.
En los párpados gotas,
como perlas de cera.
Sobre los hombros pesa,
la carga que doblega.
El silencio es efímero.
Como cambiante el aire,
que la vida atraviesa.
Disipando los sueños,
como vanas quimeras.
El sueño en duermevela.
Mutable como el viento.
Un sonido que fluye,
de la negra pereza.
Desgranando las notas.
Como nutre la tierra,
El sudor que derrota.
La mirada severa.
Pero viva y atenta.
Vuelve sobre sus pasos.
Como el verbo regresa,
a la cuna maestra.
Nuevos vestidos luce.
Viejas prendas deshecha.
Del origen aprende,
las esenciales reglas.
Reviven los recuerdos.
Las voces son de fiesta.
Honesta la mirada.
Cristalina la idea.
En reposo la ira.
Como nace la estrella.
A. L.
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