Por qué lloro, cuando no quiero,
porque rio cuando quiero,
nunca se quejan mis sentidos,
cuando recorro sueños,
donde los lamentos son ocultados.
La cruz de esta sombra, arrullada,
por el incienso del olvido,
en esta oscuridad, preguntando,
y de la palabra despojado
en iconografías del celaje
que cubre el plúmbeo cielo.
Gris, fustigado por relámpagos,
así está mi corazón.
Cuando el alma vaga sin razón,
contra la realidad,
donde ya la curiosidad,
como la blanca estrella, trémula
tan solo ama los versos,
y eso es felicidad.