Santiago Miranda

Más no se pierde nada en intentarlo

 

Aunque el temor colinda el nuevo acto
Es seguro dar la vergüenza incierta, real
En seguida a la detención al borde
Del intento suspendido en la noción
Del fracaso y la disminución del derrotado
Más no se pierde nada en intentarlo
Sino se gana algo más que el juicio o la pérdida
Que tenga de uno cualquier desconocido, ¿Importa?
(Espejo de uno; ¿Qué hacer con tu reflejo nublado?)
Ya que la muerte acecha en cada instante
Con detonarlo, todo, el todo que carga y eso
Es lo que otros llaman uno, se ausenta
De un momento a otro en el espacio
Fragmentario, Sin dejar huella en el polvo que era
El mundo; no es sino la expansión íntima
Destímida desintimidada fugaz y concreta
Efímera y reveberante en su propio infinito
-quizás la vuerguenza de un dios seamos
quizás derrocado, su mayor y loable proeza-
Y todo este silencio ¿Dónde guardarlo? Y ¿Qué
Hacer con ello? Que no se vuelque a la consciencia
De la culpa de no saber que hubo luego
De haber pasado, de aquel intento dado
Por muerto, perder el mío; ante todo comprender
Uno no es quién gana o pierde, es otra habla
Silvestre regurgitación de la lengua, es otro
Quien gana o pierde, eso es todo: alma mía en otro