Vengo… de la oscuridad y la nada,
de rodar cual hoja con el torbellino
envuelto en una nube de polvo
y entre una rama seca y aplastada.
He seguido por un tiempo tu huella,
como a la corriente del río que reverbera,
como seca rama que arranca el vendaval
de entre légamo y los juncos de la orilla.
Perdido tu rastro, no sé a dónde voy,
ni lo sabe el viento que me empuja,
yo me dejo llevar, sin resistencia,
porque tal vez del viento ahora soy.
Te acuerdas de nuestros hermosos días,
de aquella apacible y soleada mañana
donde nos entregamos entre la sabanas,
y rompí el botón de rosa que escondías.
¡Qué dulce era sentirte balanceando
como suave brisa por mi cuerpo.
Beberte por todos los poros como aire y la luz,
Y desfallecer entre tu cuerpo aprisionado.
Qué hermoso era ver correr
tu mano por mi piel, agua del río,
como besabas mis retorcidas raíces
con tu aliento y tu ser, ardiente y frio.
Pero ahora, he perdido tu rastro,
No te puedo encontrar por ningún lado,
Me atormenta tus labios y tu rostro
En sueños hermosos del pasado.
no se lo que soy, si lo que he sido,
pero se de donde vengo ya rendido,
No sé a dónde voy, estoy perdido,
Pero vengo del dolor en mi nutrido.
Vengo… de la solitaria tierra desecada,
agrietada y sedienta del desierto;
de las dunas de sombras de lo incierto,
de interminable llanura aletargada.
Vengo… de la lagrima piadosa del roció,
De la nube desgarrada por el sol,
Vengo… de un país que está perdido,
Donde tu amor y el mío, se perdió.