Entre mis dedos ocres
se consume tabaco de lumbre perezosa.
Miro un río descender más lento que el tiempo alineadose a la tarde ancha.
Los cables del puente parecen tensar el cielo inmóvil.
Tu rostro entre el mundo y mis ojos inflama las venas y ramajes trenzados de viento.
Me alisto al agua indiferente, y me obsequio a las coronas desoladas sin abrazos.
Te quiero fatigado de trepar en tus muros del olvido.
Te grito desde el hondo abismo de silencio.
Donde te fugaste? beata del amor invicta, capellana en la misa que refleja el agua dura.
Bailas sola y melancólica en una cajita de música?
clausurada en un camarote del barco más lejano de los puertos?
Algo te nombró desde el río, durmiente en que descansan tus pechos en partida.
Cavaré en estas aguas con mi cuerpo en punta, hasta tu precio más alto, en un amén sin Dios.