Si te vieran hoy gran señora
con tu paso de garbo de otrora
Guayaquil tierra de ría
y brazo de mar.
De grandes avenidas
y enseñoreados bulevares,
tierra bendita
donde nacen las mujeres mas bellas
adornadas de sol
y de miel del panal de sus hombres.
Nadie diría que antes
otros trataron de mancillarte
pero hidalga te erguisteis
y hoy saludas a tus hijos
desde lo alto de tu cerro del Carmen
y de tu larga cola de luces
multicolores de tu avenida malecón,
que en las noches se encienden para adornarte
de guirnaldas como la reina del Pacífico.
Ayer saludada por piratas
que a tus flancos quisieron acoderar
para beber la miel de tu néctar
grisáceo salido del mar.
Los Huancavilcas herederos
de tu orfebrería lanzaron su batallar
haciendo retroceder al colono
que augusto pretendía sentarse en tu trono
Guayaquil, Guayaquil tierra de ensueños
has hecho añico los sueños de los ignotos
que buscando aventuras
pretendieron en tus entrañas
esconder sus artimañas y esquilmar
tu larga melena de matrona.
Siempre bravía ciudad
de hombres y mujeres con gallardía
fiera batalla dieron al amaño
y al moro y al ladino supieron
con corazón espartano
vengar la afrenta de su cáliz labial.
Guayaquil la del estero
la de la calle Panamá
que con su olor mítico y salvaje
del cacao de arriba
dio nombres y estirpe a sus hombres.
Guayaquil la de la calle Numa Pompillo Llona;
la literata y de la pintura fresca,
también la de la bohemia y la zalamería
han hecho de sus noches
las noches del Martini y del Gran Duval
de la cerveza Pilsener y de la caña brava
del canta claro bajado con aguas superfluas.
Guayaquil danzante
en tus baldosa se contornea
la mujer tango, el hombre rosa.
La copla y el pasillo; la guitarra
y el bandoneón, igual que la simple
y mísera cuchara todos al
unísono cantando tus vivas.
Atrás en el imaginario de los años
cuando serpenteaba la ría caudalosa
y a ti venían los hijos de otra ciudad
siempre humilde acogisteis
con la dulzura y la hospitalidad
a todos los que quisieron echar mano y raíces.
Y el musgo ha crecido,
enraizado el corazón de tu lluvia
magnánima que se descuaja
como racimos de uvas
repartiéndose desde los viejos odres
hasta las cristalinas copas.
Salud, salud bella ciudad de mis amores
Guayaquil de mis valores y mis ternuras.