Catus amat pisces, sed non vult tingere plantas.
Proverbios de Heywood
Me decido a escribir este informe, en parte por los insistentes y reiterados pedidos de mis amigos que conocieron el caso; pero principalmente para echar luz sobre este tema que ha sido tan manoseado por esa odiosa institución que en la Caja llamamos “radio pasillo”, el rumor.
No persigo interés literario alguno. Es más, no tiene ningún atractivo para mi recordar esta historia. Los que me conocen saben que escribo de noche y solo, y el horror que vivió mi familia este ultimo año regresa a mi mente y me eriza los cabellos (lo esta haciendo en este momento). Por lo tanto ruego al lector que disculpe el pauperizado estilo, ya bastante pobre de por si, pero mi deseo es terminar de una vez, que se lea y que no se sigan tejiendo historias, mas propias de un libro de Edgar Allan Poe que de la vida real.
Quiero ser lo más fiel que pueda a la verdad, y abundar en detalles me va a ayudar. Creo que todo comenzó en el mes de noviembre de 1982. Lamento no poder dar la fecha exacta, pero no importa demasiado. Fue en la época en que Alejandro B. (oculto los apellidos a pedido de los interesados. Creo que muchos los conocen, pero de todos modos me he propuesto respetarlo) compró los walk-man en la proveduría bancaria, que estaban baratos. Al final yo no pude comprarlos, no recuerdo por que. Pero no viene al caso.
Decía que Alejandro había comprado sus walk-man e iba a todos lados con ellos. Su hermano, que a la sazón trabajaba en Gas del Estado, también había comprado los suyos.
En ese entonces Claudia C., Claudia M., Alejandro y yo almorzábamos juntos. Yo no soy un estudioso de la parapsicología, pero siempre me interesó el tema, como a tantos. No recuerdo bien de que forma ese mediodía nos pusimos a hablar de fenómenos parapsicológicos.
Fue entonces que Alejandro nos dijo:
– Les voy a contar una cosa que le pasó a mi hermano que los va a dejar helados. No me crean si no quieren, pero les juro que todo pasó tal cual. Lo único que les voy a pedir es discreción.
Ustedes saben que él se compró los walk-man conmigo. Los días de su vida son así. El llega a la mañana a la oficina, abre el cajón del escritorio, que tiene una sola llave y la lleva siempre encima; saca los walk-man, se enchufa los auriculares, pone un cassette, y se pasa el día escuchando música. Cuando se hace la hora de irse, vuelve a guardar los cassettes y los walk-man en el cajón, lo cierra con llave y se va. Todos los días lo mismo.
El viernes pasado estuvo todo el día escuchando un cassette de Bee Gees. El cassette estaba perfecto. Cuando llega la hora, lo guarda bajo llave y se va. Al lunes siguiente, cuando llega, abre el cajón, que estaba intacto, vuelve a poner a Bee Gees y lo escucha. Cuando está por terminar la penúltima canción, el cassette empieza a fallar. Se escucha como entrecortado, o sea. Se asustó el chanta porque pensó que se le estaba estropeando el walk-man. Cuando estaba tratando de arreglarlo, entra a escuchar la voz de un chico que habla o canta en inglés.
Sabés como se puso. Blanco. Por ahí se corta y sigue Bee Gees. Éste sigue escuchando, pero ya no le gustaba nada. y en la última canción, de nuevo. Mirá, tenés que escucharlo. El pibe canta, dice bap bap, que se yo. Te lo cuento y se me pone la piel de gallina, loco.
– ¿Vos escuchaste el cassette?
– Si, lo tengo en casa.
– ¿Y tu hermano?
– Mirá, cuando terminó la canción sacó el cassette y no lo volvió a escuchar nunca más. Esa noche lo trajo a casa. No quiere saber más nada.
– ¿No puede ser una broma?
– Puede, pero no me imagino cómo. Además el cajón estaba intacto. Estaba todo como lo dejó él. Aparte ¿para qué? El no se mete con nadie, encima no es un tipo que le puedan hacer efecto esas bromas. Ya ves, largó el cassette y a otra cosa, se olvidó.
– Además, que macabro.
– Si yo hiciera una broma de ese tipo, con todo el montaje que debe tener, no me limitaría a decir cosas ininteligibles en inglés. Diría algo dirigido a él, no sé, una amenaza. Una referencia al fin del mundo, que se yo.
– Si, bien creíble...
– Bueno, o algo que por lo menos se entienda.
– Decime, Alejandro –le dije, maldita la hora–, ¿tenés algún inconveniente en traer mañana el cassette para hacérmelo escuchar?
– Ningún drama.
Espera. Al día siguiente escuchamos todos el cassette en los walk-man de Alejandro.
Fue realmente impresionante. Tal como nos había anticipado, hacia el final de la penúltima canción, empieza a escucharse en forma entrecortada, como si hubiera un falso contacto en la salida. De pronto, la voz del chico. Es indudable que es inglés, aunque no se entiende nada. El mismo proceso a mediados de la siguiente canción.
Yo había leído que algunas canciones –en este momento sólo puedo recordar Revolution N° 9, de Lennon/McCartney– escuchadas al revés, o sea corriendo la cinta para atrás, decían frases comprensibles, generalmente con referencias satánicas o cosas así. La onda “punk”. Tuve la intención de probar con esa cinta, a ver si al revés se podía entender lo que decía el pibe. Le pedí a Alejandro el cassette y me lo prestó.
(Continuará)
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