En su diario,
con las páginas veladas,
recordaba sus miradas,
como si hoy fuese ayer,
y el papel,
amarillo le devolvía,
las lágrimas caídas,
cada nuevo amanecer.
Tembloroso,
con sus manos arrugadas,
celosamente guardaba,
el libro bajo el mantel,
cual si yo,
no supiese que aun lo tiene,
lo relee si estoy ausente,
recordando lo que fue.
Lo que se fue, lo que se ha ido,
un marido, un amante un buen amigo,
aventurero, de mil y un te quiero,
cobijo y buen ejemplo de sus hijos.
Lo que se fue, lo que se ha ido,
curtido luchador empedernido,
implacable adoquín contra los vientos
a vueltas de vivir te deja el tiempo,
perdido en tu sillón y mal herido.
En la silla,
pasa los días postrado,
refunfuñado entre dientes,
impaciente en su vejez,
esperando,
con ilusión a los nietos,
cuando llegan de colegio,
justo antes de comer.
Al pequeño,
aun lo sienta en sus rodillas,
le cuenta mil fantasías,
mezcladas de realidad,
realidad,
que con los años se le ha ido,
y no es más que fantasía,
de lo que ha sido y será.
Lo que se fue, lo que se ha ido,
un marido, un amante un buen amigo,
aventurero, de mil y un te quiero,
cobijo y buen ejemplo de sus hijos.
Lo que se fue, lo que se ha ido,
curtido luchador empedernido,
implacable adoquín contra los vientos
a vueltas de vivir te deja el tiempo
perdido en tu sillón y mal herido.