¡Muero por un Verso!

LUZ Y ARMONÍA (GONZALINAS)

LUZ Y ARMONÍA (GONZALINAS)

AMANECER

Fue primero la sombra, el claroscuro,
la mera insinuación del nuevo día…
Sobre los caballetes de la aurora,
-el sempiterno lienzo ya dispuesto-,
quiso posarse abiertamente el ojo,
los dedos y las manos,
el duende del costado,
para captar la magia del antojo,
el esplendor cromático en el gesto
que desprendes, sutil y arrolladora,
al desplegar, mi sol de mediodía,
tu hechizo en la paleta del conjuro.

MEDIODÍA

Con el sol cenital en apogeo,
describiendo su eclíptica infinita,
ni una nube remotamente espanta
la luz de inexorables acuarelas,
sus efectos lumínicos sin sombra:
tu pelo en abandono,
tus ojos policromos,
tu seducción, la voz con que me nombra,
la inspiración, el trazo y sus estelas,
el eco clamoroso en la garganta,
tu desnudez, la llama que me agita,
y el nudo desatado del deseo.

ATARDECER

...Y juega dando formas caprichosas
la mano del artista y sus pinceles…,
del cuadro, diluyéndose la tarde,
el álamo y su sombra proyectada;
el cisne reflejándose en el lago;
y allá en los matorrales,
el cántico de un ave.
Mirándose la escena con halago,
la niña, dulcemente ensimismada.
El éxtasis, completa tanto alarde:
parterres de caléndula y claveles,
y el lento atardecer en tonos rosas.


NOCHE

¡Un halo de enigmática belleza
confiérenle las sombras de la noche:
estrellas de ficción y serpentinas!
Tocado de tu luz centelleante,
parece al contemplarlo dulce ensueño,
un mágico reclamo
surgido por ensalmo,
idílico, fantástico, halagüeño:
destellos y la chispa del instante.
¡Pintado todo él a Gonzalinas,
tu corazón, magnánimo en derroche,
epílogo sin par de tu grandeza!

Gonzaleja