En el borde del tiempo,
se sienta el verso.
Asomado a la tierra,
como un lucero.
En sus ojos la vida,
fugaz y efímera.
Atentamente otea,
cual pertinaz vigía.
Observa sin rencores.
Pues tiene viva.
En sus ligeras manos,
la vida misma.
Valiente la crítica.
La va desmenuzando.
Como la espiga,
que va perdiendo.
De su nutrido cuerpo,
grano tras grano.
Blanca la etérea idea.
Que viajando sin freno.
Insemina a su paso,
vagos cerebros.
Nacida auténtica.
Busca mentes vacías.
Llenar los huecos.
De las simas oscuras,
secas de pensamiento.
Sobrevuela la estrofa.
Entre los vericuetos,
de intrincados caminos.
Laberintos letrados.
Como senderos,
cubiertos de rastrojos.
Cubriendo el tiempo,
que encubre su destino.
Roja es la sangre,
que se va diluyendo.
Que de repente engorda.
Líquida en un instante.
Sólida en un momento.
Volutas en el aire,
que van creciendo.
Simbólicas las luces.
Bordadas de recuerdos.
Prisioneras las ganas,
de escapar de su encierro.
Suculentas mentiras,
de espinas coronadas.
Traicioneras verdades,
ocultas al acecho.
Cascadas de emociones.
Que viajan a su encuentro.
De rigores ausentes.
De sutiles conceptos.
Que rompen en el río,
destapando lo miedos.
Pero, siempre valientes.
Naciendo del respeto.
A. L.
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