Ha venido por mí
una muchedumbre fémina
subersivamente uniformadas;
juntas sus miradas son un archipiélago de hielo.
Han venido
a ensuciarme la paz de alquiler
a sacarme los huesos por los ojos
a matar el pájaro que canta en mis rodillas
a disparar sus flechas de pólvora.
Han venido
a odiar las sombras fálicas
a ponerse delante del sexo un fusil,
duermen tempanos en sus sexos,
lubrican veneno.
Por sus vellos púbicos
se desliza un ofidio a sorber la miel apacible.
Abortan al irisado duende de sus pechos
suben a sus yeguas y ahí
se sacan la raíz de la razón.
He corrido
y caí por ver
a una sirena peinarse en un charco de lluvia
en mi frente resonaba su brillo virgen y falaz,
quedé ciego
por esa irradiación de su cuerpo ilusorio;
Quise ser tragado por una luz invisible
aunque me deje invidente
o por algo que me encienda el corazón.
He caído
y el redoble de una campana extranjera
sostiene mi vida
cada musitar
cada golpe estrepitoso
vuelven a temblar mis latidos
por entrar en ese hocico de metal.
Quedo sordo
cuando me consumen sus fauces sonoras y grises.
Han venido por mí
las damiselas dantescas
pasa por las nubes su ejército rojo.
Hirieron al infante desconocido que tuve
dejaron terror en ventanas, en muros,
me enseñaron los garfios de sus bombas
a la hora que quise despertar.