Tú me bastas, Señor y me apaciguas
*
como un soplo de viento en el cálido verano,
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mi penumbra esclareces
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como rayo de luz en noche tormentosa,
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mis sentidos enciendes
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como enciende el sol naciente los silencios.
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Me enterneces y animas
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como bullicioso arroyo
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que a su orilla sedienta
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de agua abastece.
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Te siento brisa apacible
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y al fin eres senda
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que puedo caminar sin tropiezos.
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Las horas se haces breves
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y tenues a tu lado
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dejando su impronta fugaz
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como rastro de una estrella errante.
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Podré contar al mundo que viví
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y el mundo podrá ignorar
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lo que algun día anhelé
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pero no podrá arrancarme del recuerdo
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el día en que definitivamente me llamaste,
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el mundo queda alejos para mi
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y no seré más nunca
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pasajero de su vuelo.
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Tú me bastas, Señor, sentirte cerca
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ascender al clamor de tu mirada
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quedarme allí en lo alto indefinida
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como si sólo Tú importante sucedieras...