Sumérgete conmigo en las sombras,
mujer, y oirás llorar
a níveas almas enamoradas acostadas
en etéreas alfombras.
Olvídate de esta sociedad podrida.
Libérate de cadenas
que se anudan a tu frágil y largo pelo,
que aprisionan tu alma en pena.
Acurrúcate en mis acogedores brazos ansiosos.
Abandona las ropas
de payaso con las que nos obligan a vestir
esos que solo nos acosan.
Me sumerjo ahora en la profundidad
de tu virginal sombra
y te encuentro ahí, receptiva y plena, mujer.
¡Qué felicidad!