No me arrepentiré
del paso inexorable
de mis soles y mis lunas
que han dado
el extraño brillo a mis ojos;
ni de mis tormentas,
develando sutiles arcoiris de esperanza.
No me arrepentiré
de mi fragilidad
arrancándome de golpe fortalezas.
No renegaré los momentos adversos,
confusos,
tristes...
No me arrepentiré
de mis desatinos
ni de mis constantes inconstancias.
Me arrepiento, sí,
de no haber agradecido suficiente
el instante amoroso
de tus manos benditas
enjugando mis lágrimas
y la paz infinita
de tu Ser y Estar
inquebrantable.