Escribir un poema es como dejar que salga
de tu corazón una pena o una pasión que te quema.
Es descargar el alma, es anhelar la calma,
es perseguir la idea de que la vida es buena.
Con los matices viejos que te dieron los desvelos,
con el corazón herido o con sus fuertes latidos
que te sofocan por dentro...
vas dando forma al poema, vas construyendo los versos.
Cuando escribes sueltas todo, con un total desenfreno,
no te inhibe la conciencia, ni te limitan los credos.
Dejas todo en esas líneas... sufres, gritas, lloras, mueres
y hasta te entierras y rezas, mientras tu alma la entregas
a ese verso, a esas letras que te arrancan y liberan
de una procesión eterna.