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Las cintas de Alejandro (Episodio 3)

Episodio 1 : https://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-490207
Episodio 2 : https://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-490311

 

 

 

Dos

 

“Nuestros antepasados habían descubierto el arte de crear dioses. Construyeron estatuas, ... llamaron a los espíritus de los demonios y de los ángeles, y los introdujeron ... en las imágenes, de modo que estas estatuas recibieron el poder de hacer el bien y el mal.”

ASCLEPIUS, siglo I AC

 

 

 

 

Es vano relatar el efecto que causó en mis amigos la traducción de la cinta. Sólo quiero mencionar que compartieron el horror. Le expresé a Alejandro el deseo de investigar el cassette hasta llegar a aclarar su origen, a lo que no se opuso, con la salvedad de no molestar a su hermano, y le devolví el original.

          Esa misma tarde fui con mi copia ecualizada a ver a una conocida, María Angélica, estudiosa de la parapsicología, y casada con un ingeniero electrónico, con la intención de que hicieran un doble análisis del fenómeno. Me interesaba especialmente el veredicto del marido, y también su opinión sobre el tema.

          Al día siguiente me devolvió el cassette, con una palabrita nueva: psicofonía. El análisis del marido coincidía con el nuestro, y también su dictamen. Pero ella opinaba que la grabación habría sido realizada por el mismo hermano de Alejandro, en un fenómeno parapsicológico con bastantes precedentes. Me contactó con una tal Luisa, médium o algo así, con actuación en el Instituto Argentino de Parapsicología.

          Mi conversación con ella fue estéril. Se limitó a contarme detalladamente las psicofonías que recordaba, habló levemente de la posibilidad de que fuera un ente espiritual, y pasó a contarme historias muy interesantes pero que nada aportaban al tema.

          Yo tenía la intención de hacer un estudio serio del asunto, pero no encontré plafond. Una a una, como suele suceder, las personas que originalmente habían tenido interés en el tema lo fueron perdiendo, y yo quedé solo con mi cassette. Acabé por guardarlo como recuerdo de un misterio sin solución.

          Recuerdo que fue una mañana, en el colectivo, cuando decidí abandonar la investigación. Creo recordar que pensaba que tenía en mi poder una bella pieza de colección que mostrar a mis invitados, después de la cena.

          Esa misma mañana, un rato más tarde, en el tren me encontré con un señor cuyo nombre nunca conocí, que viajaba a veces conmigo y con el que charlaba, casi siempre de política. No puedo recordar de qué forma nos conocimos.

          Habíamos estado conversando de nuestro tema habitual, cuando, casi al final de nuestro viaje, me preguntó:

– Che, decime, vos que sos joven y estás en la onda, ¿qué es ese artefacto que lleva el pibe aquél en la cabeza? – señalando a un muchacho con unos walk-man.

– Es una máquina para no pensar –le dije, en tono de confidencia– Está ideada y distribuida por los Hombres Dominantes del Mundo para impedir que las nuevas generaciones tengan tiempo de ver la realidad –Yo, en verdad, quería seguir hablando de política.

          Y me dijo a boca de jarro:

–  ¿Vos creés en el esoterismo?

          Juro que este hombre nunca tuvo ninguna conexión con nadie que conociera la historia del cassette. Su pregunta, tan al tema de lo que me pasaba, y preludiada por una referencia a unos walk-man, no pudo dejar de impresionarme.

          Creo que balbuceé una respuesta vaga a lo que me preguntaba, y pasé sin transición a contarle todo lo referente a la cinta, expresándole mi asombro por una pregunta tan oportuna, justo el día en que había decidido abandonar mi investigación personal.

          Lo que me contó fue vivido por mí como en un sueño. Es notable como todos convivimos con submundos cuya existencia desconocemos, que coexisten con nosotros y nos rodean, cuyos habitantes frecuentamos a diario y se confunden con nuestros iguales. Me ha pasado varias veces tratar en una ronda de conocidos, generalmente compañeros de trabajo o de viaje, temas extraños como el alpinismo, y descubrir con asombro que uno de los circunstantes es o fue alguna vez alpinista. A veces me pregunto quiénes son la mayoría, si los “normales” o los que pertenecen a sectas, hermandades, agrupaciones más o menos herméticas, logias, asociaciones o clubes.

El hombre del tren pertenecía a una logia hermética que estudiaba las ciencias ocultas, algo así como la Golden Dawn o la masonería en sus principios. Me contó con mucho recato sus actividades, o lo que podía contar de ellas, dado que todas esas agrupaciones tienen secretos que sólo comparten los iniciados.

Pero no dejó de contarme que él era perseguido desde hacía años por una entidad demoníaca que pretendía hacerle daño. No me dijo por qué –tal vez no lo supiera–, pero me pudo contar cómo varias veces en el curso de su vida ese demonio menor había intentado matarlo, cómo lo había enfrentado en Egipto y de qué forma había llegado a sus manos una representación de esa deidad, en la India.

La conversación prosiguió, sin notarlo casi, en el subte, y cuando me despedí de él me rogó que le prestara el cassette para estudiarlo con sus hermanos, como él los llamaba. Le prometí prestárselo y me bajé, con una sonrisa en los labios y la convicción de que en Buenos Aires ya hay tantos locos como en las ciudades más desarrolladas, lo que es un síntoma de desarrollo.

Volví a encontrarlo casi todos los días, y si bien esto no era lo que yo llamaba “un estudio serio”, cedí a su insistencia y le presté el cassette, sin ninguna esperanza, sólo por generosidad.

Me lo devolvió a los tres días. Se encontraba bastante entusiasmado con el cassette, y me demostraba resignación, como esos políticos que se avienen a hacer lo que en realidad deseaban hacer.

      Los hombres tienen su destino atado al cuello como una piedra de molino – me dijo, parafraseando no sé qué –. Es el mismo demonio de que te hablé. Ahora conozco su voz.

La conversación versó ese día en las diferentes formas que tienen los demonios de matar a la gente. Él me explicó, y yo ya sabía por el cine, que la forma más común es quebrarles el cuello. Yo insistí con sadismo en el tema, sabiendo que para él era como hablar de su propia muerte. Pero yo no podía dejar de tomarlo como algo más bien pintoresco, como una fábula o, en realidad, como un mecanismo psicológico de autovaloración, algo así como decir “yo soy importante para alguien, alguien está interesado en mi”, aunque sea para matarlo. Pero por supuesto que no se lo demostré en todo el viaje. A los locos hay que seguirles la corriente.

Le di manija al pobre hombre hasta que llegamos a destino. Cuando nos despedimos me contuve para no hacerle una broma macabra al respecto, como “cuídese de andar de noche sólo por los cementerios” o algo por el estilo. El pobre tipo me tenía como cariño. Será porque yo lo escuchaba.

      Tené cuidado con ese cassette – me dijo –. No lo investigues sólo. Hay fuerzas que la gente no conoce, y que desatadas pueden resultar fatales para el que no sabe manejarlas. No pierdas nunca un hilo de Ariadna con el mundo tetradimensional. Y si querés investigarlo, hacelo, pero nunca sólo. Acercate a algún grupo, a alguien que sepa. Y tené cuidado con el Demonio. Yo sé que vos no creés en él, pero existe. Y tiene el poder de hacer daño. Te deseo que seas muy feliz.

Se despidió de mí como si fuera la última vez que nos veríamos. Y de hecho, nunca más lo volví a ver.

 

 

 

 

(Continuará)

 

 

 

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